martes, 24 de mayo de 2011

Muecín



Suena cada día. No una, sino cinco veces. No diría que me acuerde, pero recuerdo los momentos. Pasan por mi cabeza en cuanto me esfuerzo en visualizarlos. Posters que apelan a la conciencia humana. Olor a kofta. Vistas de pájaro. Sueños. Y uno más, el que no consigo recordar.
Se trata efectivamente de uno de los momentos en los que uno de los muchos defectos de la sociedad se convierte en virtud. La interpretación de la fe. A menudo es vista por todos como errónea, causante de caos. Pero en ese momento, es lírica, es romanticismo. ¿Acaso los conceptos no pueden ser grises? ¿Quien dijo blanco o negro? Sea como sea, da de comer a más de uno. Presente. Por romántico o por caótico. Es curioso. Las paradojas lo son de hecho. Pero pese a ser de los que pinta el cuadro del atardecer, como gracias al caos. Y esa es una de mis eternas preguntas, ¿gracias?, ¿o por culpa de? Supongo que depende. De si somos conscientes, o soñamos, o volamos, o queremos acordarnos.
Siga cantando señor muecín, yo, esta vez se lo agradezco.

martes, 29 de marzo de 2011

El rey león


Tuvo que hacerse cargo del trono a una edad temprana. Pese a una visión del mundo algo más contemporánea que la de su predecesor, se vio limitado por los veteranos de la selva que se encargaron de ilustrarle la verdad que en ella reinaba. Los años pasan, la comunicación entre los distintos reinos y especies es cada vez más posible, los errores del actual sistema de trueque provocan frustraciones, y el ruido de la revolución vecina suena alto y claro.

El pueblo siente la necesidad de hacerse escuchar. Se sienten ahogados y la impotencia corre por sus venas. Discrepan, y tienen ganas de gritarlo al viento. Aunque sólo se trate de que el viento escuche, aunque se lleve las palabras.

El ahora menos querido, Simba, no parece esforzarse en respetar la voluntad de sus hermanos, primos y vecinos. Los guardianes de la selva arremeten contra ellos de forma indebidamente desproporcionada. Esta se alborota. Y Simba, susurra, anuncia de soslayo, pero no habla. Ellos son escépticos, ha habido sangre innecesaria. ¿Hasta cuando? Se espera más de él.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Revuelta árabe, ¿en Jordania?

Muchos hemos sido testigos de las atrocidades cometidas en las últimas semanas por los partidarios del tirano faraón, Hosni Mubarak. Previamente, su homólogo tunecino, Ben Ali, se vio obligado a escapar por la puerta de atrás, tras una oleada de protestas, motivadas por la frustración de un joven que se prendió fuego al serle arrebatada la carreta con la que - pese a poseer un título universitario - vendía frutas en la calle para alimentar a toda su familia. Este hecho, marcó un punto de inflexión que arrojó a las calles no sólo al pueblo tunecino sino a todo el llamado mundo árabe - sediento de justicia -, y en especial, a los descendientes de Cleopatra. Son ya muchos años de opresión y de promesas incumplidas.

Es evidente que la crisis económica supone un impacto mayor para aquellos que ya no disfrutaban de una estabilidad financiera. Si además esta represión del mercado tiene lugar en una región en la que raramente existen vías de escape y hay más bien poco espacio para la reflexión pública, tenemos una cocina perfecta para una revuelta histórica como la que ocurre actualmente.

Los analistas hablan del efecto domino. Muchos son los que me preguntan qué pasa en el reino Hachemita de Jordania, donde actualmente resido. Yo diría que esta ficha se mantiene erguida, y no peligra su caída a menos que la segunda y siempre clave, Egipto, caiga. Hasta el momento no ha habido más que algunas protestas y repetidas manifestaciones post-oración en el día del señor, que han asustado a su majestad el rey y le han obligado a tomar medidas meramente simbólicas.

Pero para entender mejor el porque del corto alcance de las protestas en Jordania, al margen de encontrarse a la espera de lo que pasa con Egipto, debemos tener en cuenta varios factores:

Casi el 80% de la población jordana es de origen palestino, por lo que el sentimiento de pertenencia a la nación jordana es prácticamente inexistente, lo cual puede explicar la falta de implicación ciudadana, comparada con Túnez y Egipto. Además, el pueblo palestino ya carga con mucho a sus espaldas y no está para meterse en jaleos de este tipo, a menos que los resultados estén garantizados.

Por otro lado, es menester saber que la familia real goza de una popularidad envidiable pese a la falta de democracia y a la existente corrupción. La reina Rania de Jordania, con más portadas del Hola que la Pantoja, contribuye a mejorar la imagen de la familia real. Su origen palestino y su belleza, son una bomba mediática de la que el rey Abdellah saca un buen partido.

Por último, los índices económicos y sociales, pese a casi un 30% de la población viviendo por debajo del umbral de pobreza, están por encima de la mayoría del resto de países árabes, lo cual garantiza un cierto nivel de vida, superior, aunque muy por debajo de los estándares de los lectores de esta entrada.

Todo esto no significa que haya que menospreciar las exigencias del pueblo, representado por partidarios de la izquierda política, los hermanos musulmanes e incluso por miembros de la actual élite político-militar. Parece muy razonable reclamar una monarquía parlamentaria - ante la actual constitucional que permite al rey elegir a dedo a los poderes del estado -, y un mejor nivel de vida que se traduzca en menos opresión, menos corrupción y más inversión pública. De hecho, por primera vez, parece que los periodistas se han atrevido a hacer públicas, informaciones sensibles que proporcionan datos claros del mal uso de fondos públicos, que parecen haber sido utilizados para causas tan nobles como la mega fiesta de cumpleaños en el desierto para la reina más guay de oriente medio o el avión supersónico a disposición para las vacaciones de la familia real.

Sin embargo, a menos que los habitantes de la plaza del Tahrir salgan victoriosos, o que resurja por arte de magia una sólida oposición política, no se esperan grandes cambios en el reino. Es posible que todo quede en aguas de borrajas.

viernes, 21 de enero de 2011

Aleppo



Tras un largo viaje en un tren, cuya comodidad poco tenía que envidiar al TGV Paris-Nantes, la que clama ser una de las ciudades más antiguas del mundo me acogió bajo un conjunto de olores, sonidos, y sensaciones que resultaban sorprendentemente familiares. Ese primer paseo por el parque de Osman Pasha, evocó nostalgia.
Los primos Hussein Hussein – curiosamente los tres respondían al mismo nombre - me abrieron muy amablemente las puertas de la ciudad antigua. Compartir con mis nuevos amigos unas sabrosas pipas y unas risas durante esos primeros momentos cargados de historia, hicieron de ella un lugar más hogareño y contribuyeron al buen humor vacacional que uno llevaba encima.



La posada no ofrecía más que una habitación compartida, un colchón más bien duro, y una ducha a la que había que entrar de lado por extrañas razones que mis palabras no alcanzan a explicar. No necesitaba más, así que como buen turista, me apresuré hacia la potente ciudadela para contemplar uno de los atardeceres más complacientes que he visto últimamente. Hecho un chaval, escalé con unos niños que jugaban a orillas de las murallas para disfrutar de los colores que ofrecía el espectáculo. Mis ojos no dejaron de hacer fotos durante ese instante embaucador en el que el señor Sol, al ritmo del canto del muecín, se despedía un día más para dar paso a su amante la señorita Luna. Quedan bien guardadas en la carpeta de atardeceres de mi disco duro con pelos.


Un laberinto de calles, vacío el día del señor por estos lares, me desembocó por casualidad en un hammam con individuos muy amables - pero todo sea dicho - de dudosas intenciones. Cual buencha, me dediqué a sonreír y disfrutar del baño. Pagué, y marché relajado a paso lento como la lección me enseñó años atrás en la antigua Constantinopla. Para más detalles, remitir a la graciosa narrativa de Aupix.
En un intento - exitoso por cierto - de compartir momentos con alguien en quien pienso a menudo vagando por estos lares, Camarón me cantaba al oído mientras la luna y la ciudadela se ponían guapas para esa noche en la que no sería el único que jugaba a ser viajero. Me pregunto si en Sho’ofat serían igual de coquetas.
Con intención de seguir disfrutando, embelesado por tal encantador lugar, me dejé convencer por las cerezas que acompañarían al kebab más dulce que he saboreado hasta la fecha. Dicen que Beit Sissi era visita obligada para llenar el vientre de complejo de Willy Fock. Con la digestión en camino y a unas horas en las que los niños se quedan sin energía, uno hizo lo que tenía que hacer. ¿Quien dijo que Madona y un vasito de arak hacen daño antes de soñar?



San Simeón nació cuatro siglos antes de la llegada del profeta melenudo, y vivió a orillas del imperio otomano. Hijo de un buen pastor, siguió los pasos de su progenitor aunque con algo más de ímpetu espiritual, lo que le llevo a construir un pilar bien alto donde poder ejercer la profesión de monje. Dado que este no le parecía lo suficientemente cerca del todopoderoso como para descansar de las impertinentes consultas de peregrinos, que venían a encontrar respuesta a sus preguntas desde todas las partes del mundo conocido hasta entonces, siguió construyendo hacia arriba hasta traspasar las nubes. Dicen que la pérdida de Simeón marcó un punto de inflexión en la arquitectura de los ayuntamientos apostólico-romanos de los siglos por venir.

Tras aprender mis primeras palabras en kurdo, que por cierto me costaron algo caras, la ciudadela me esperaba de nuevo. Celoso de la señorita Luna, esta vez sería el señor Sol quien la iluminaría, para hacerme disfrutar de una agradable visita a las dominantes ruinas romanas, convertidas al Islam en honor al Malik Zaher Ghazi, hijo del gran Salahaddin, legendario paradigma del guerrero musulmán. Una vez más, Nitin Sawhney, estuvieron - y nunca mejor dicho - a la altura de las circunstancias. Espero que en Wau se sigan escuchando.
Levantar la vista de las entretenidas historias de Murakami, no fue por casualidad. Fui testigo de una escena cotidiana cuyos patrones de comportamiento se leían de izquierda a derecha. De haberme guiado por cualquier sentido excepto el que nos permite observar, nada hubiera cambiado con respecto a una imagen de una tarde de cine en el Turia. Pero por suerte nadie me ha privado de ninguno de ellos y disfrute - a modo sociológico y antropológico (los expertos en la materia que corrijan si existe herejía en la terminología) - de la picardía de un apuesto jovenzuelo que intentaba levantar el velo que cubría toda la cara, excepto los ojos, de una aparentemente dulce muchacha, cuyos gestos mostraban recepción y coquetería como cualquier otra haría ante tal apuesto pretendiente.


Creí que el sonido del tren pitaba y marché. Confundido, acabé montando un autobús VIP que me hizo caer en los brazos de Morfeo con un largometraje de Jackie Chan.

¿A quien no le gusta viajar así?

miércoles, 15 de diciembre de 2010

A Shmesani ya Ammu



Salimos del hospital y eran varios los conductores de vehículos amarillos esperando. La elección fue fácil, el último, siempre el último. Si hubiera sido otro lugar, estaría descansando un su refugio. No era así. No estamos en un lugar tan frío, sino todo lo contrario. En medio oriente suele hacer calor, no sólo por el clima mediterráneo sino también por la elevada densidad de población y la continua tensión que los malos se encargan de mantener.

A Shmesani ya Ammu. La conversación empezó de manera agradable. Yo lo llamaba ya ammu, él me miraba como si así lo fuera. En cuanto tiramos de raíces, sus esfuerzos por elaborar frases en la lengua anglosajona se redujeron a simples miradas en busca de validación a través del espejo retrovisor. La conversación se desarrolló. De manera inesperada. Parece inevitable, pero el tema sale, es recurrente, la gente no calla. Están en su derecho. Deben hacerlo.

A veces las personas hurgan en su interior sin que se lo pidan. Ammu así hizo. Era más que otra cosa un manantial ya casi seco, sin apenas fuerza para dar agua. Aún así estalló. Mataron a su hijo, mataron a su mujer, mataron a la mujer de su hijo, pero no mataron a las niñas. Sus niñas. Ellas estaban lejos. Y estaban cerca. Ammu pedía, como si fuera lo último que se puede pedir tras largo sufrimiento. Hicimos lo que pensábamos que teníamos que hacer. Llegamos a Shmesani. La conversación se terminó.

domingo, 31 de octubre de 2010

Ajedrez humanitario

El reciente secuestro de siete empleados de la compañía francesa Areva en el norte de Níger, explica la percepción actual de una evidente amenaza de Al Qaeda a la estabilidad socio-política en toda la amplia zona del Magreb-Sahel. Esta amenaza supone un hecho que no es del agrado de ciertos gobiernos; la invencible guerra contra el terror ampliada a una nueva región con características geográficas y sociales ideales para el cultivo de terroristas.

Ante tal amenaza, el gremio filantrópico ve limitada su intervención dado que la seguridad de sus trabajadores pasa por obedecer recomendaciones políticas que, al margen de su pertinencia, limitan la acción humanitaria y arriesgan la independencia de la que ésta presume. Así pues, nada garantiza que tales recomendaciones, marcadas por las agendas de los gobiernos con mayor poder político y económico, vayan en la buena dirección. Por un lado puede que legitimen de forma errónea y precipitada la capacidad de grupos con potencial terrorista. Por otro, existe la opción de convertir a los actores humanitarios en brazos políticos de una agenda de la que ni forman ni deberían formar parte.

La cuestión es delimitar ¿hasta que punto estamos dispuestos a arriesgar la seguridad de nuestros trabajadores?, ¿o a arriesgar la independencia de nuestras operaciones al acatar recomendaciones políticas?, ¿podemos - o queremos - fiarnos de éstas últimas?

Respuestas las hay de varios gustos y colores.
Unos opinan que la solución pasa por limitar las nacionalidades de los humanitarios que intervienen en regiones con riesgo elevado. Por ejemplo, se habla en Níger de la africanización de los actores humanitarios en el terreno. Pero, ¿no perdemos así nuestra neutralidad e independencia al limitar nuestras operaciones limitando el acceso de nuestros recursos humanos?, ¿o únicamente nos convertimos en buenos jugadores de ajedrez, moviendo el caballo y no la torre ante una evidente muerte de esta última?
Otros, simplemente consideran que no hay nada que discutir al respecto y que las indicaciones de los gobiernos van a misa. Quizás estos hayan perdido algo de perspectiva ante el verdadero mandato de la ayuda humanitaria: asistir a poblaciones vulnerables que sufran, al margen de toda implicación política. O quizás la segunda parte de tal mandato deba ser modificada.
Los más sibaritas, abogan por el business as usual y la continuación de nuestras operaciones sin que el contexto político influya en el trabajo. Evidentemente de estos se piensa que están para irse de vacaciones. Pero, ¿de verás no están en lo cierto, o son los más coherentes con los principios humanitarios?

Es evidente que el envío de militares o la evacuación de civiles en el caso de Niger, provocan y legitiman un movimiento terrorista quizás sobrestimado. Pero la pregunta es, ¿garantiza esto la seguridad de los trabajadores humanitarios? Y aunque así fuera, ¿de que sirve la seguridad de un bombero que no puede asistir al incendio?
Parece claro que existe la necesidad de fortalecer la identificación del movimiento humanitario con un todo, de ideas e intervenciones claras, a fin de ser reconocido como un ente independiente de toda agenda política y poder continuar su trabajo al margen de las amenazas de seguridad. Desgraciadamente, los medios de comunicación no ayudan mucho, como hemos visto en el capítulo de la caravana solidaria en la que se definía como humanitarios a una panda de ricachones inconscientes con complejo de papa Noel, o como vemos a menudo en artículos que confunden desarrollo con ayuda humanitaria, como el que confunde peras con manzanas. En cualquier caso, no sería mala idea fortalecer las estrategias de comunicación humanitaria que determinen y aclaren a todos los públicos - políticos, civiles, terroristas, militares - que somos independientes de cualquier tipo de gobierno soberano y no representamos ninguna raza, cultura, religión o nación.

domingo, 17 de octubre de 2010

Malnutrición, ¿crónica? ¿cultural?



Imágenes como estas, vistas en directo, obligan a uno a sensibilizar al personal. Así que sumándome a estos días de conciencia mundial sobre el hambre, he aquí algo de información al respecto:

El año pasado morían 250.000 niños de cero a cinco años de malnutrición en Níger. A veces no prestamos la atención que se merece a las cifras, pero esos son demasiados niños. El impacto del cambio climático en el suelo nigerino - sequía, plagas -, la falta de regulación económica ante la especulación de los intermediarios agrícolas, la poca voluntad política y la pobreza institucional, son las causas de una determinante falta de educación sanitaria y nutricional, de la degradación del cultivo, y por ende de la carencia de seguridad alimentaria.

El resultado de tanta escasez, es el gran enemigo a combatir: la malnutrición. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, el 48% de los niños nigerinos menores de 5 años, sufren cada año de malnutrición. Por desgracia, no actúa sola, y de forma paralela, especialmente tras la época de lluvias, su amigo paludismo triplica la cifra de víctimas.

Lo grave del asunto, es el incremento incontrolable del fenómeno pese a la existencia de la intervención humanitaria. Una altísima e incontrolada tasa de natalidad, el creciente deterioro medioambiental, y la inaceptable pasividad socio-política, dificultan la victoria ante el enemigo. Y es que como indican los factores mencionados, el problema es estructural y las organizaciones médico-humanitarias se verán siempre limitadas sin una mayor implicación gubernamental, que permita no sólo una mejora económica sino un cambio en la percepción del problema, desgraciadamente normalizado, por parte de la población.

Objetivo cumplido, ya conocen los lectores un poco mejor, el cáncer de los países con bajos índices de industrialización, así como la complejidad de su erradicación.
Bon apetit.