domingo, 5 de abril de 2009

Oportunos y Oportunistas

Ya ha transcurrido un mes desde que se hizo pública la resolución de la Corte Penal Internacional con la orden de arresto del Presidente de Sudán, Omar Al Bashir, por cometer indirectamente crímenes de guerra contra la población de la región de Darfur.

Las consecuencias ya se han dejado notar con la expulsión de 13 organizaciones humanitarias del país, el consecuente abandono de casi 2 millones de personas a una situación humanitaria aún más precaria de la que se encontraban y el aumento de la inseguridad en la zona. Además, se ha elaborado un plan de “sudanización” por medio del cual en menos de un año, el resto de organizaciones internacionales serán sustituidas por organizaciones humanitarias locales, islámicas o/y árabes. Esto supone todo un reto para la región ya que ya sea por falta de recursos o bien por falta de experiencia, estas organizaciones pueden verse con muchas dificultades para garantizar la asistencia humanitaria necesaria. En cualquier caso, si dicho plan funcionara según lo previsto, aún cabe esperanza para todas las personas desatendidas. Pero creer en la buena gestión de un gobierno, en materia de política humanitaria, que afirma que la situación humanitaria es actualmente estable en Darfur, que expulsa de un día para otro a casi los únicos medios de supervivencia para casi dos millones de afectados por el conflicto y que tiene como Ministro de Asuntos Humanitarios a un energúmeno juzgado culpable de crímenes de guerra desde hace un año también por el TPI y que ha sido grabado proveyendo directamente armas a las milicias árabes janjawid, es algo difícil. Así que, básicamente el gobierno sudanés, con esta conducta irresponsable e infantil, está dispuesto a provocar una aún mayor catástrofe en la región de Darfur.



Es curioso como la acusación de una persona responsable de un delito, provoca la repetición del mismo. Uno siempre piensa que la justicia está para resolver injusticias y no para provocarlas.

Lo triste del tema, es que es probable que el culpable, acabe escapándose de tal justicia, como hasta el momento parece estar demostrando con sus frecuentes viajes al extranjero o en el mejor de los casos, sufriéndola de forma injusta. Como es de costumbre “pagan quienes menos dinero tienen”, lo que políticamente correcto vienen a ser: daños colaterales.

Uno se pregunta las razones por las que se producen este tipo de decisiones por parte de la “justicia internacional” vista su eficiencia…

No ayuda a tener una respuesta muy clara el hecho de que:
1. uno de los máximos responsables de este intento de justicia, Mr. Ocampo, se pasee en exceso delante de las cámaras para alardear de su mérito y de sus aptitudes de “justo internacional” al estilo Garzón, dando pie a posibles confusiones con respecto a sus verdaderas ambiciones..
2. se hable de una clara existencia de intereses políticos y económicos, que viene a ser lo mismo, por parte de a) Francia, con un importante peso en Chad y por ende, en Darfur, b) Estados Unidos, con ambiciones de oro negro, así como geoestratégicas en la región (guerra contra el terror islámico y/o una posible desestabilización del gobierno de Sudán que podría ayudar a facilitar la independencia del sur en el referéndum del 2011, territorio desde el cuál se podría tener algo de control en la región) c) Reino Unido, antigua colonia y como tal al acecho del mínimo provecho post-colonialista,
3. el gobierno de Israel no sea juzgado cuando se salta a la torera todo acuerdo del derecho internacional.

Por otra parte, las remesas de los sudaneses en los países del golfo y occidente, los beneficios de la extracción de petróleo en los últimos años tras la paz con el Sur y la paradójica contribución a la economía local por la presencia de distintas organizaciones políticas, privadas, con más o menos ánimo lucro, mayoritariamente occidentales o con objetivos benéficos, han hecho que Sudán se sitúe entre uno de los países más prósperos del continente en términos de Producto Interior Bruto (PIB). Pese a que mis amigos, y lectores espero, sepan bien de la justicia y objetividad de éste indicador, parece que no nos queda otra opción para medir la “prosperidad” de un país. Siendo así, diremos que Sudán se encuentra en pleno desarrollo económico, y, al mismo tiempo, inmerso en el cumplimiento de un acuerdo de paz (Acuerdo de paz de Nairobi, guerra civil norte-sur) así como en la elaboración de otro (Conversaciones de Doha para la paz en Darfur) y en un intento de instaurar una dictocracia, de las que tanto gustan en la región, con unas elecciones previstas para éste año.

Así pues, no parece, a primera vista, el mejor momento para echar abajo a un gobierno con tantas cosas en marcha sabiendo la inestabilidad que provoca un cambio de poder en este tipo de países donde un nuevo presidente es como un ladrón que por primera vez puede dar un golpe maestro. Pero, sino ahora ¿Cuándo?, ¿acaso merece premio una dictadura por mucho “progreso” del que poder presumir? Crímenes más que evidentes como los cometidos por el gobierno de Sudán han de ser juzgados. De la misma manera que los cometidos por los rebeldes de Darfur o por muchos otros estados como el paradigmático estado de Israel.

¿Es pues el momento oportuno? ¿o se trata de puro oportunismo?