sábado, 22 de mayo de 2010

Siguen llegando

Siete años de conflicto y siguen habiendo personas desplazadas. Huyen de las bombas, de los asaltos injustificados y aleatorios de grupos armados. Andan por unos días, con el rumbo por definir y un futuro incierto dejando atrás todas sus posesiones, casas, terrenos, ganado, maridos, padres… Al llegar a un lugar en el que se sientan protegidos, en el que probablemente se reencuentren con familiares o vecinos, descansan exhaustos, sin agua ni pan que llevarse a la boca. Aquellos que llegaron antes les ofrecen sopa, un refugio y si es preciso pagan por que puedan quedarse con ellos a los oportunistas terratenientes.



Tan pronto como su llegada es apercibida, a penas unas horas o un día después, el mecanismo humanitario se pone en marcha. Se les reparte a cada familia un kit de “non food ítems” compuesto por un bidón de plástico para recoger agua del pozo más cercano, una funda de plástico para construirse un techo, una pastilla de jabón, una cazuela para cocinar y demás artículos de supervivencia básica. El recuento de familias recién llegadas empieza para así incrementar la ayuda alimentaria. En este momento Sheikhs, Umdas (líderes locales), e individuos de la comunidad intentan toda clase de artimañas para que este número sea lo más alto posible y así poder vender los “excedentes” humanitarios que se les suministren. Pero con ese afán de perfeccionismo y esa rigurosidad profesional que muchas veces lleva a los humanitarios a cometer errores irreparables, los actores humanitarios en el terreno intentan a toda costa evitar el engaño. A veces se convierte en un juego de niños en el que valga la redundancia están en juego la salud de varios niños malnutridos.

Llegan sin nada, se les provee de lo necesario para unos días, para el corto plazo, pero, ¿y luego que? Nadie sabe lo que pasará más tarde. Probablemente se queden donde han llegado, empiecen a construir casas de adobe algo más consistentes que las de ramas y plásticos, se acostumbren a la asistencia humanitaria, comida, agua, salud, y con suerte educación, y permanezcan de forma eterna con el status inestable de personas desplazadas. El gobierno negará que estos existen o reducirá su número oficial, los actores humanitarios seguirán tapando agujeros sin capacidad de contribuir a que la situación cambie de tendencia, y aquellos en los que todos confían, la misión de Naciones Unidas, se dedicarán a cometer errores mezclando humanitarismo con militarización y a actuar limitados bajo el consentimiento del gobierno. Quien sabe si estas personas volverán donde que quiera que sea que se supone que han de volver según su status y según la intención del gobierno local. ¿Qué se pretende? ¿Es acaso el status de desplazados una salvación para estas personas? Pero, ¿hasta que punto no es sino una condena en lugar de una salvación? ¿Se acostumbran a esta situación sin necesidad de trabajar o bien por inercia humana se dedican a crear en la medida de lo posible una actividad económica?



Por desgracia, se trata de un entorno realmente complejo en el que los objetivos se entremezclan con intereses económico-políticos y es muy difícil mantener la perspectiva en el lugar que corresponde. En mi opinión, aquí aún quedan años de conflicto y trabajo para humanitarios y militares humanitarizados.

martes, 11 de mayo de 2010

Érase una vez Sudán

No sería justo escribir un blog sobre este país sin mostrar a los pocos pero fieles lectores una imágenes tan ilustrativas.

Que las disfruteis!

http://www.boston.com/bigpicture/2010/04/scenes_from_sudan.html

Mientras tanto, la vida en el Fasher transcurre, con algún que otro imprevisto propio de la situación en la que se vive, pero todo sigue. El canto a la oración cinco veces al día como un reloj, los buenos días a un equipo que cada día tiene más de familia, las espontaneas conversaciones con nuestros vecinos los libios, el agua que llega a espaldas de un burro, viajes en helicóptero, pacientes cansados, jóvenes armados, contratos, presupuestos, ensaladas de fruta y tortillas hispano-sudanesas con palomitas, lecciones de árabe, "laissez moi dancer", fiestas de afternoon con saltamontes fritos y botellas de prado, malakas, Akemi San y demás compañeros de vivencias, amigos, los inacabables Amin Maalouf y Edward Said, el largo camino a la democracia, a la paz, los bailes de conejos y estrellas, los eternos saludos, el encanto de la monotía, el romanticismo de la pobreza, erróneo, o no, la convicción, y la nostalgia..

domingo, 2 de mayo de 2010

Madoff actúa en Darfur

Meses atrás, dos agentes del cuerpo de policía de El Fasher comenzaron el negocio de sus vidas. Motivados o no por la política, es una cuestión abierta a debate. El caso es que comenzaron un negocio piramidal al más puro estilo Madoff en el que poco a poco todos y cada uno de los habitantes de esta ciudad, de sus alrededores e incluso de otras ciudades del país, vendían sus enseres obteniendo un elevadísimo 50% de beneficio sobre el valor de venta a corto-medio plazo. Dos meses de espera y los cheques se hacían efectivos. A la gente se le ponían los ojos en forma de dólar cual hipnotizados por el tío Sam.
Pues bien, como suele ocurrir en este tipo de juegos, cada vez fueron más y más las personas atraídas por el dinero fácil y cada vez fue mayor la cantidad de dinero que recibían los artífices del negocio piramidal con la venta de todos los enseres que luego pagarían por un precio más alto al de venta. Obviamente los primeros meses el negocio era deficitario, pero el objetivo estaba claro, llegar al mes en el que las ganancias fueran tales que no sólo recuperarían todo el dinero perdido sino que obtendrían enormes ganancias quedándose con casi la mitad del dinero efectivo existente en la región de Darfur del Norte. El momento llegó curiosamente días antes de las elecciones, la pirámide se derrumbó, y sus promotores se llevaron todo el dinero, probablemente a Malasia, paraíso fiscal donde las clases altas de Sudán acostumbran a salvaguardar sus fortunas. Toda persona responsable de tal artimaña desapareció del mapa dejando todo el muerto a los bancos, que pese a su irresponsabilidad, seguramente se quedarían con su parte del pastel.

Lo curioso de todo esto es que al parecer estos energúmenos fueron adquiriendo tal importancia que acabaron siendo candidatos a diputados por el partido del gobierno representando a la región de Darfur del Norte. Así que sus caras sonrientes están colgadas por toda la ciudad desde hace algunas semanas tan pronto como empezó la campaña lectoral. Para colmo, el gobernador de la región prometió antes de las elecciones que si salía reelegido pagaría todo el dinero que la gente había perdido.

Parece ser que nos encontramos ante un escándalo de corrupción. Hay evidencias de que los beneficios de este juego piramidal han servido para financiar la campaña electoral de los ladrones que robarían a sus propios votantes. La cosa no es nada sencilla sabiendo que la gente que ha perdido dinero invertido son no sólo habitantes del El Fasher, sino Janjawids (milicias árabes utilizadas por el gobierno para acallar la rebelión), miembros de los distintos grupos rebeldes, e incluso miembros del propio ejército sudanés.
Dado que esta es una región en conflicto en la que el número de armas por cabeza la sitúa a la cabeza de las estadísticas, las amenazas de montar una batalla campal en venganza al robo, no dejan de crecer. Lo peligroso del asunto es que por primera vez aquellos que se han matado entre ellos durante años, podrían unir fuerzas para atacar al gobierno dado que la gente no tiene ninguna duda que están implicados hasta el cuello y que les han mentido como a niños pequeños.

Se rumorea que el gobierno pagará a los Janjawids al menos para tenerlos contentos y evitarse problemas mayores. Pero lo cierto es que es mucho el dinero perdido y la gente no se quedará de brazos cruzados. Ya han tenido lugar los primeros altercados y durante varios días la gente está saliendo a las calles a protestar, atacando negocios y edificios públicos. Las bombas de humo parecen no callarles. Esperemos que no llegue a más.

Se han oído casos de suicidio por depresión y desesperación al haber perdido tanto dinero. Pero por otro lado, hay otros a los que no les importa tanto el dinero.

“…. tenía invertidos 35.000 Libras sudanesas (unos 10.000 euros), y la verdad que espero tenerlas pronto de vuelta. Pero si no es así, ¿qué mas da?, ¿que valor tienen si estamos acostumbrados?, hace tres años perdí a tres hermanos, al mismo tiempo en que mi familia perdía 700 camellos y cientos de vacas y cabras…” me cuenta Ahmed.

Mientras tanto los humanitarios volvemos al régimen estricto de seguridad. A las 7 de la tarde toque de queda. Las gallinas y los burros que campan a sus anchas entre la oficina y la casa volverán a ser nuestra única distracción después de largas jornadas de trabajo!